MANEJA ESTE TIMÓN DE LETRAS...

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Este es el Diario de a Bordo de Mar Solana (Mar Cano Montil), psicóloga, escritora y cuentista... Aquí encontrarás mi «Cuaderno de Impresiones, Cuentos, Relatos, Poemas, Reflexiones y otras Historias», una especie de lenitivo para mitigar las heridas que nos inflige este mundo punzante y rasposo... Escribí mi primer cuento con once años, lo inventé en un pequeño aseo donde me gustaba jugar. Con quince decidí que quería aprender el arte de «Domar Caballos Salvajes» (léase Emociones que necesitan volver a coger sus riendas). Por eso llevo un cuarto de siglo, con sus amaneceres y sus lunas, ejerciendo la Psicología... Mis raíces son "abu-leñas" y nací en la capital, pero a mi alma le dio por asentarse a orillas del Guadarrama... Hace algo más de una década regresé a mi pequeño Taller de Letras. Y ahora soy «Psicolotora» especializada en Literalogía o «Escritóloga» en Psicoratura. Me chifla inventar palabras, tender historias de Letras en las cuerdas del olvido y airear mis impresiones al barlovento del papel... Curiosa insaciable del aspecto más espiritual de la existencia, soy como el Caracol, peregrina de un camino infinito de crecimiento y aprendizaje...

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«La Novela es una meditación sobre la existencia vista a través de personajes imaginarios». ©Milán Kundera.


«En esta comarca no existen reyes, aficionados o vasallos de las letras; sólo la magia de los artesanos de la palabra que intentan comunicar». ©Mar Solana.


«La verdadera novela es el arte que nace de la risa de Dios».

©Milán Kundera.

domingo, 2 de agosto de 2015

Mis Zuecos «Aicanchú»: Buscando Las Huellas De Los Oficios.

«Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias».





 «Querer (sin aferrarse) lo que uno hace con Amor es el mejor antídoto para no perder el norte, la inyección que mitiga el dolor del desencanto…»

Mi armario de verano luce unos zuecos que me chiflan. Me los compré hace más de un lustro y los bauticé con el nombre de «mis zuecos aicanchú». Fue amor a primera vista, el día que los descubrí relumbrando en aquel escaparate. Y es que desde que había visto la ya emblemática peli Grease, a la sazón una adolescente de trece primaveras, no había podido olvidar las preciosas chanclas rojas de madera con las que Sandy Olsson (Olivia Newton John) aplastaba la colilla de su primer cigarro delante de Danny Zuko (John Travolta), su Summer Love. Creo que esta escena marcó tanto a nuestra generación como a la de nuestros padres la excitante bofetada que le da Glenn Ford a la imponente Rita Hayworth en Gilda, ¡wow!

Siempre me han gustado los zapatos, sobre todo los tacones, pero los zuecos que lució la Newton en ese número musical me volvieron majareta: ¡mamá, por favor, yo los quiero iguales!. Creo que mi madre archivó esa petición en el saco de mis excentricidades. Tuvieron que pasar ni más ni menos que veintinueve años hasta que los encontré, no como los de Sandy, para mí, incluso, más bonitos.

Siete largos años calzando y presumiendo de «mis zuecos «aicanchú», verano tras verano. Y los llamé así, «aicanchú», por la mítica canción «You’re the one that I want», pieza inolvidable donde las haya, no solo porque reconcilia a los tortolitos de la peli o por los flamantes tacones de Olivia, sino por todas las veces que la bailé, disfruté y tarareé. El tema se abría con la voz de Danny Zuko, que de forma arrebatada le decía a Sandy:

«I got chills, they’re multiplyin’, and I’m losin’ control… Cause the power you’re supplyin’, it’s electrifyin, electrifyn, electrifyn…»


Pues bien, el «I got chills» del comienzo, algo parecido a un: «Jopelines, Sandy, tía buena, me provocas escalofríos…», yo lo escuchaba como (literal): «Ai can chú… lalala». Y es que yo también sentí una especie de escalofríos cuando vi relumbrar mis chanclas en aquella zapatería que, merced a la crisis, por desgracia, ya ha desaparecido.

Pero todo en esta vida sufre un desgaste; los cuerpos, sometidos a la inevitable e invariable ley de la gravedad, y los objetos a la de un deterioro aún más acuciante. Por eso acudí al zapatero de mi barrio al principio de esta temporada: mis gastados «aicanchú» se debatían entre la basura o el milagro de una resurrección. El zueco derecho tenía la madera totalmente cuarteada, había perdido las tapas y además se estaba quedando sin parte del tacón. El pobre hombre no me prometió nada, pero sí me dijo que intentaría hacer algo por ese calzado al que yo parecía profesar una especie de adoración nostálgica e incomprensible (para él).

Unas chanclas modestas inspiradas en las emblemáticas del cine, que llenaron durante mucho tiempo mi ánimo de pompas de ilusión, sueños y suspiros por el bombón Zuko. Y porque todas las chicas en aquella época (no nos engañemos) queríamos ser como la arrebatadora y excitante Sandy del final de la película, igual que nuestras madres ensayaban peinados y andares de la rutilante Hayworth.

Me quedé boquiabierta cuando acudí a recogerlos dos días después. Ese señor no había arreglado mis zuecos, ¡los había restaurado por completo! Un verdadero artista del calzado y el héroe salvador de mis queridos «aicanchú». Desde luego se lo hice saber, le dije que había hecho un trabajo excelente, de artista, de una persona que ama su oficio. Y esa impecabilidad a la hora de restaurar un calzado, que hubiera sido víctima del cubo de la basura, me hizo reflexionar sobre los oficios, que no profesiones, de todas esas personas que quieren, aman, lo que hacen.

El artesano del calzado te deja como nuevos unos zapatos sin, por ejemplo, pedir a cambio la complacencia e inmediatez de todos los «me-gusta» de las redes sociales. Para él lo importante es tu satisfacción por seguir disfrutando de unas chanclas que en verano te pirran más que las camisetas de tirantes o que los granizados de limón. Y aunque un zapatero es también un profesional, qué duda cabe, o sea, alguien que se gana la vida con lo que ha aprendido a hacer; sin embargo, siempre he pensado que el verdadero trabajo, el vocacional, el que llevamos dentro como las venas o el corazón, se parece mucho a lo que uno siente cuando escucha hablar de un oficio. Como el de esos artesanos de antaño que tallaban objetos únicos y maravillosos con su barro. La profesión se ejecuta y ya está, uno hace lo que debe de hacer. Pero el oficio es un camino inabarcable de aprendizaje, sin principio ni final.

El arte de restaurar, el arte de escribir… Zapatero a tus zapatos, alfarero a tus jarrones y escritor… Arreglamos, moldeamos o juntamos letras y pensamientos para satisfacer a otros. Sin embargo, no le resultará difícil al lector observar como hoy en día, en un mundo ya tan materialista y volcado en el consumo por completo, la mayoría de los profesionales de esta época solo persigue colocar en el pico más alto su ansiado banderín de la gloria.

Me gusta rumiar la metáfora de que los buenos artesanos de su oficio albergan un sutil talento de meretriz: trabajan con mucho cariño y dedicación para dar placer a los demás, para que disfrutemos con su arte. Y me complace también pensar que no es muy distinto para los que escribimos, o para todos los que llevamos el arte de juntar letras ensamblado al corazón como otra arteria más. En este caso, es imprescindible vigilar que nuestro colesterol no se ponga por las nubes (guiño).

© Mar Solana.

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«La mente intuitiva es un don sagrado del que la mente racional es su fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que honra el sirviente y ha olvidado su don» © Albert Einstein. Imagen: Faro de Suances (Cantabria) © Mar Solana.

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«Escribir es un autobús que te conduce a la calle Catarsis, con muchas paradas, pero directo».

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¿Y leer? Me apasiona devorar libros. Es como visitar el hogar espiritual de mis escritores favoritos y paladear un delicioso vino de su mejor cosecha de Letras... Un buen libro es como una liana, te ayuda a desplazarte por la inmensa selva de tu imaginación... Leer también me facilita la tupida tarea de ir desbrozando esa maleza que se enreda entre la escasez de ideas y la falta de inspiración... ¡Nunca dejes de leer!

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JOSÉ SARAMAGO: 16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010... ¡HASTA SIEMPRE MAGO DE LAS LETRAS!

JOSÉ SARAMAGO: 16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010... ¡HASTA SIEMPRE MAGO DE LAS LETRAS!
"La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva. Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran." Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte...

EL BESO QUE TE ADIVINA ...

EL BESO QUE TE ADIVINA ...
... es la luz que te conduce a sacar de tí lo mejor, a crecer en la mirada de quien verdaderamente te ama. El verdadero amor te quiere libre y como ser expansivo. Nunca admite murallas para el alma que respira... Es descubrir tu segunda piel, la que te eleva a la capacidad de ser decididamente afectivo, humedeciendo con licor de alegría los desiertos emocionales ... CARLOS VILLARRUBIA.

VIVIMOS SIEMPRE JUNTOS...

Llenamos el caldero
de risas y salero,
con trajes de caricias

rellenamos el ropero.

Hicimos el aliño

de sueños y de niños,
pintamos en el cielo
la bandera del cariño.

Las cosas se complican,
si el afecto se limita
a los momentos de pasión...

Subimos la montaña

de riñas y batallas,
vencimos al orgullo
sopesando las palabras.

Pasamos por los puentes

de celos y de historias,
prohibimos a la mente
confundirse con memorias.

Nadamos por las olas
de la inercia y la rutina,
con la ayuda del amor.

Vivimos siempre juntos, y moriremos juntos,
allá donde vayamos seguirán nuestros asuntos.
No te sueltes la mano que el viaje es infinito,
y yo cuido que el viento no despeine tu flequillo,
y llegará el momento
que las almas
se confundan en un mismo corazón...
(Letra y música: Nacho Cano)

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